Desde hace mucho tiempo está reconocido que las acciones inseguras del trabajador son parte inseparable del proceso que precede a un accidente de trabajo. Por supuesto ello no conlleva a que las mismas sean las únicas causas, e incluso no conlleva a que el trabajador tenga la responsabilidad por el accidente, aún cuando una acción insegura sea la causa principal o esté en la cadena causal. Lo que si es innegable es que están presentes.
Una cadena de eventos que produce a un accidente siempre tendrá una singularidad dada, pero como hemos planteado habrá una o unas acciones inseguras que probablemente no sea la primera vez que se ejecuten. Esta idea también está hace mucho tiempo reconocida: las acciones inseguras que forman parte de las causas que producen accidentes, probablemente se están ejecutando en la organización de forma rutinaria por parte de los trabajadores, probablemente también con el conocimiento explícito o tácito de sus supervisores y mandos intermedios.
Las razones son muchas y parten desde la conocida prioridad que tiene la producción sobre la seguridad, hasta el hecho también aprendido por todos, pero fundamentalmente por los trabajadores, de que comportarse de forma insegura en parte de las acciones de trabajo, no necesariamente significa accidentarse. Por supuesto que aparezcan lesiones más o menos frecuentemente, dependerá de la peligrosidad que tenga un trabajo determinado, pero el hecho al parecer cierto, es que los accidentes ocurren en una proporción muy inferior a la ejecución de los comportamientos inseguros.
Al estar los comportamientos inseguros prácticamente presentes en todas las secuencias de los accidentes, es lógico pensar que una reducción de la masa de los mismos, podría conllevar a una reducción en el número de accidentes, y por tanto mucha de la gestión de la seguridad laboral se ha encaminado en esta dirección.
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